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jueves, 5 de mayo de 2011

El primero pero no el ùltimo.


No me apetecía pensar en nada. Llevaba muchos dias dándole vueltas a lo mismo.
aun no había tomado una decisión: ¿Deberìa volver a llamarla?
Ya no creìa que esa fuera la soluciòn idónia para mi malestar.
Creia que todo pasaba por algo y en realidad así era.
Nuestro caminar se entrecruzaron aquella mañana fría de un 20 de febrero del 96.
Con mi abrigo abrochado y mi bufanda ajustada me dirijia a mi trabajo. Pasé bastante tiempo de espera en el autobùs hasta llegar a mi destino.
Pero merecería la pena aquella espera, aunque entonces no fuera consciente de aquel simple hecho.

En la vida hay momentos en los que intuimos, sabemos que algo va a ocurrir. Sin saber la repercusiòn que va a tener en nosotros.
Procedía a cruzar la calle cuando una chica, no mucho mayor que yo, esperaba a cruzar la calle justo en frente de . En es instante sentì la necesidad de preguntarle, de hablarle, de saber sobre ella.
Algo me decía que teníamos mucho que ver uno con el otro. Sin hablar de el gran parecido con mi difunta madre, fallecida hace ya 10 años.Fui valiente y me lancé, le preguntè, le hablè y no me termino de explicar cómo, pero acabamos hablando largo y tendido. Hastà que la hora se nos echó encima y tuvimos que ir a nuestros respectivos trabajos, eso si, no antes de darnos los teléfonos.
Dos dias despuès me llamó, quedamos y claro, hablamos. Todo fluíaiva como la seda. Nada podía enturbiar ese momento.El tiempo, los minutos, los segundos se paraban en seco como si de un flashback se tratase.


A esto se le llamaba flechazo, y a esto se refería tu tío Pepe al decir que el amor no tiene direcciòn ni hora.
Al del tiempo, quedamos con más frecuencia, nos presentamos nuestras amistades. Hasta que un día el trabajo y los miles de kilometros que nos separaban, empezaron a distanciarnos hasta el punto de que un día el telèfono dejó de sonar.
Me tumbèpensèreflexionè de una manera adulta y pensè en llamar o quizás en que ella lo haría.
Pero ninguna de las dos cosas sucedio. ¿Y sabes por qué? Ya que empezè a entender que el fracaso de aquella relación, fue la poca pasión que pusimos uno con el otro. Y cayendo en el error de que el amor atraviesa fronteras y el nuestro se quedariá seguramente en México y New York. Perdiendo todo aquello.
Pero no volvió a pasar, pues hijo, así conocí al primer amor y  el último después de tu madre. Y todo desde entonces fue a mejor, viviendo cada minuto como si del primero se tratase.

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